Salud mental y la próxima elección presidencial

Por Vito Cáceres, psicoterapeuta

Se acerca una nueva elección presidencial, y con ella vuelve algo que parece inevitable: campañas agresivas, tóxicas y agotadoras. La política, en el último tiempo, se ha convertido en un escenario donde lo más habitual no es el debate, sino el ataque. Donde la conversación no se construye, se destruye. Y donde el miedo se usa como principal herramienta de movilización.

Ya lo decía Freud: al ser humano lo mueven dos grandes fuerzas, acercarse al placer o huir del dolor. Y en Chile llevamos años en una política que nos asusta todo el tiempo. Que nos recuerda, a cada momento, que si el “otro” gana, todo empeorará. Que si no actuamos como nos dicen, perderemos derechos, seguridades o el futuro. Vivimos atrapados en campañas que no informan, sino que sobreestimulan nuestro sistema nervioso y nos dejan con la sensación de que todo es frágil, urgente y amenazante.

Y claro: estar expuestos de manera crónica a este discurso del miedo tiene consecuencias reales. Más ansiedad. Más insomnio. Más irritabilidad. Más sensación de desesperanza. En consulta, muchos me cuentan que ya no soportan prender la televisión o abrir redes sociales sin sentir que algo se quiebra por dentro.

No podemos cambiar, de un día para otro, el tono de la política. Pero sí podemos hacer dos cosas:

Primero, pedirle a quienes hoy conducen los espacios públicos que, por favor, bajen la agresividad y la mentira. Que comprendan que la salud mental también es un asunto político. Que la forma importa tanto como el contenido. Que asustar no es gobernar.

Segundo, una recomendación simple y necesaria para quienes sienten que todo esto ya les pasó por encima: si la política te angustia, te sobrecarga, te agota, no tengas pena ni culpa… apaga la tele.
Por salud mental, descansar es a veces lo más importante que podemos hacer. No es indiferencia: es autocuidado.

Vienen meses intensos. Ojalá logremos vivirlos con más conciencia y menos miedo. Porque la democracia no se defiende solo votando, sino también protegiendo nuestra capacidad de pensar con calma y vivir con dignidad.

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