Cada cierto tiempo aparece alguien en consulta que me dice algo como:
—Siento que estoy muy en mi energía masculina…
O peor aún:
—Es que mi pareja está desconectada de su energía femenina…
Y me dan ganas de frenar todo y decir:
—Ya, paremos. Hablemos en serio.
Porque no, no existe la “energía femenina” ni la “energía masculina” como si fueran dos cosas separadas que todos tenemos adentro según lo que nos tocó al nacer.
Eso no es psicología. No es neurociencia.
Es un invento cultural.
Un esoterismo con estereotipos incluidos.
La idea de que ser receptiva, suave, intuitiva es “femenino”… y que ser racional, firme, decidido es “masculino”, no solo es falso, es peligroso. Porque sigue perpetuando la idea de que tenemos que encajar en moldes, que ser mujer es ser pasiva y emocional, y que ser hombre es ser fuerte, lógico y duro.
Y no po.
Eso no solo nos limita, nos daña.
Ser humano es poder llorar sin que eso te quite fuerza.
Es tomar decisiones con el corazón sin que eso te reste razón.
Es criar, liderar, sanar, resolver, acompañar… sin tener que preguntarte si estás en “tu energía correcta”.
Te lo digo como terapeuta y como persona:
la sensibilidad no es femenina. La valentía no es masculina. Son humanas.
Y el día que soltemos esas etiquetas, vamos a respirar más tranquilos.
Vamos a poder decir: soy fuerte y sensible. Soy firme y amorosa. Soy racional y emotivo.
Sin tener que pedir permiso.
Como dijo la brillante Celeste Martin:
“Me rehusaré siempre a que mi capacidad de hacer cosas, resolver crisis y ser una líder se trate de una ‘cualidad masculina’, cuando la verdad, soy tremenda mujer”.
Así que si te dicen que estás mal alineado con tu energía femenina o que estás muy en tu energía masculina… duda. Pregunta. No te encasilles.
Porque tú no eres una energía.
Eres una persona. Completa. Entera. Humana.
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