Por Vito Cáceres, psicoterapeuta
A veces en consulta me pasa algo curioso: entra alguien, se sienta, y lo primero que dice es algo como “no sé si era para tanto”. Se refieren a venir. A pedir hora. A hablar de lo que duele.
Y yo, que llevo un buen rato acompañando procesos, ya me lo sé: eso que traen, aunque parezca chico, es importante. Porque si lo traen hoy, es porque algo les movió. Algo les incomodó.
Y la incomodidad, aunque nadie la quiere, a veces es lo que nos salva.
Le digo siempre lo mismo: “Mejor estar un poquito incómodo hoy, que destrozado mañana.”
Porque sí.
He visto demasiadas veces cómo por evitar hablar, por no revisar, por aguantar y aguantar, terminamos llorando por relaciones que sabíamos que no estaban bien hace rato.
Terminan parejas que se amaban pero se dejaron de cuidar.
Terminan amistades que hace años eran solo pantallas.
Termina la relación con uno mismo: cuando ya no te crees, no te escuchas, no te respetas.
Todo por no detenerse a tiempo. Por no hacerse la pregunta incómoda.
Por miedo a mirar el desastre dentro del closet.
Y claro… cuando ese closet se abre solo, cuando la vida lo patea y la puerta se rompe, todo lo que escondiste te cae encima.
Por eso, ir al psicólogo no es exagerar. Es tener coraje.
Es decir: “Sé que algo me está pasando, y prefiero entenderlo ahora, aunque me incomode un poco, a que me destruya después.”
No necesitas estar en crisis para pedir ayuda.
Basta con sentir que algo está fuera de lugar.
Y si es así, bienvenido.
Aquí estamos, para acompañarte a mirar ese rincón que da miedo, pero que puede ser el principio de una vida más liviana, más honesta, más tuya.
Porque una pequeña incomodidad en el presente…
es mucho mejor que un futuro doloroso.
Deja una respuesta